De joven se inicia al retrato académico y copia a los maestros del pasado. Tras estudios universitarios, ingresa a la Academia de Bellas Artes de Budapest. François Fiedler ya cumplió los 20 años cuando se radica en París, en 1946. En aquel período de posguerra es cuando su arte evoluciona hacia la abstracción; practica una pintura gestual y en “chorreaduras”.
Casi de inmediato se le organizan exposiciones personales y participa a numerosas exposiciones colectivas, tales como el Salón de las Nuevas Realidades o el Salón de Mayo. Joao Miró, con quien traba amistad, le presenta a Aimé Maeght ; muy afín a Braque y Calder, entra como Tapiés, Ubac o Tal-Coat en el círculo de los artistas que rodean al famoso galerista. De ahora en adelante éste le propone un gran número de exposiciones.
Entre 1959 y 1974, ni más ni menos que cuatro números de la revista “Detrás del espejo” son enteramente dedicados a él. Además de la pintura, que queda su principal modo de expresión, Fiedler va a experimentar, durante muchos años, los recursos del grabado al aguafuerte, usando técnicas inéditas que dan a la estampa una densidad, un relieve que le confieren una intensidad “dramática” particular.
La magia de la alquimia propia del grabado, unida a un proceso estético sumamente riguroso, se nutre en Fiedler de una interrogación sobre la prueba, punto de partida de una reflexión acerca de lo único o de lo múltiple, sobre la noción de identidad, fundamental en su obra. En sus distintos períodos, Fiedler siempre jugó con la rarefacción del signo.
El artista ilustró varios libros (San Juan de la Cruz, Heráclito, Claude Hollier). Fiedler trabajó durante más de dos años en la realización de 35 aguafuertes para ilustrar el Evangelio según San Mateo, pero la muerte de Aimé Maeght, en 1981, comprometió la publicación de esta obra. François Fiedler sigue ignorado por el gran público pese a la importancia de su obra.
(Fuente: mchampetier.com)
