La biografía de José Guerrero estuvo estrechamente ligada a su obra, determinada desde sus comienzos por la búsqueda de nuevos horizontes creativos que lo alejaran de la asfixia que le causaba la España de posguerra.
Tras la Guerra Civil reanudó su educación estética, que se había iniciado en Granada, en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, hasta que en la década de los 40 del siglo XX, en un panorama cultural arrasado, llegó a París gracias a una beca de estudios. Allí pudo conocer en vivo la obra de los vanguardistas históricos y la Escuela de París. Su descubrimiento le provocó una conmoción, que lo llevó a la determinación de ir en busca de la modernidad, en una vida ambulante por varios países europeos que culminó tras establecerse en Nueva York con Roxanne Whittier Pollock. Allí comenzó a crear sus primeros cuadros rigurosamente abstractos, con formas entre biomórficas y sígnicas, y entró en contacto con los galeristas y pintores más destacados e influyentes de la que se había erigido en capital del arte contemporáneo, así como con intelectuales españoles en el exilio.
En Nueva York halló, pues, su lugar en el mundo del arte, con un lenguaje propio que fue descubriendo a medida que se incorporaba al arte gestual cercano a la primera generación de la Escuela de Nueva York, que lo introdujo de lleno en la escena artística estadounidense.
Su primera exposición individual en la galería Juana Mordó, el establecimiento con su familia durante tres años en España y su amistad con los informalistas del grupo de Cuenca supusieron, a mediados de los 60, el reencuentro definitivo de Guerrero con su país natal. Cristalizó entonces un periodo creativo caracterizado por la energía del color extendido en zonas yuxtapuestas y definidas por sus encuentros en los bordes.
De vuelta en los Estados Unidos, los años 70 verán el comienzo de una nueva serie de obras muy construidas y sintéticas, las Fosforescencias, que fueron dando paso a una sintaxis de plena madurez caracterizada por algunas formas como el óvalo o el arco (una suerte de ideograma guerreriano con reminiscencias biográficas), líneas sabiamente trazadas y fronteras palpitantes entre planos de color.
En España se incrementó notablemente su presencia en los medios sociales y artísticos, al tiempo que comenzaba un fructífero magisterio con los nuevos artistas. Todo ello se materializó en los primeros 80 en una renovada actividad y numerosos reconocimientos a su trayectoria. Durante su última etapa vital produjo una obra que destilaba sabiduría, rebosante de luz, en plena resolución de los conflictos en que esta se había debatido en paralelo con su vida.
(Fuente: centroguerrero.es)
