André Lhote
André Lhote inicia su aprendizaje artístico en su ciudad natal, Burdeos, con un escultor ornamental y asistiendo a algunos cursos de escultura en la escuela local de Bellas Artes entre 1898 y 1904. Esta formación se complementa con una erudición autodidacta que comprende la lectura de Diderot, Delacroix y Baudelaire, gracias a los cuales desemboca en la pintura. Aparte de copiar a Rubens y Delacroix, admira a Gauguin, que es la primera influencia patente en su pintura, seguida de la revelación que, como para el resto de los cubistas, supondrá Cézanne.
En 1907 se traslada a vivir a París, donde se desarrolla su primer estilo (entre 1907 y 1909), bastante cercano al fauvismo debido a su uso franco del color y la pincelada, así como a la simplificación de planos y volúmenes. En ese año expone por primera vez en el Salón de Otoño, y al año siguiente en el Salón de los Independientes; a partir de ahora participará en ellos casi todos los años hasta el momento de su muerte. En 1909 obtiene el premio de estancia en la Villa Médicis fundada cerca de Evreux, donde pasará dos años de investigación que le orientarán hacia el cubismo. Su atención se dirige principalmente hacia el Cubismo de Salón abanderado por Gleizes y Metzinger, del que su propia pintura, a partir de 1911 es una digna representante. En 1912 su obra figura en la exposición de la Section d’Or de la Galería de La Boétie.
Movilizado en 1914, reemprende su labor artística en 1917, momento en el que se convierte en uno de los artistas de la galería de Léonce Rosenberg, L’Effort Moderne, dedicado a la promoción de un peculiar cubismo sintético que es el que codifican y practican por entonces Jean Metzingter, María Blanchard, Lipchitz y Juan Gris. Su adhesión al cubismo nunca le impedirá mantener vínculos con la tradición, lo que le conduce a poner en práctica una modernidad templada, siempre legible, a la que algunos reprochan su exceso de academicismo, su pedantería, su sequedad.
Lo que sus detractores consideran timidez o tibieza, representa un encomiable espíritu de mesura para sus partidarios; él se mantendrá siempre fiel a esta comprensión del nuevo lenguaje pictórico que le hace insistir continuamente en la composición y en la rigidez estructural. Son los mismos valores que se pueden apreciar en el estilo ya abiertamente figurativo que cultiva desde los años veinte en adelante.
André Lhote formó parte del Comité de Honor de la Association de l’art mural, fundada en 1934 (de la que también era miembro Léger). Lo más destacable de su etapa madura se sitúa en este terreno de la pintura mural: desde su participación en la Exposición Internacional de las Artes y las Técnicas de París de 1937, con la ejecución de los murales del Palais de la Découverte, al conjunto de paneles Gloire de Bourdeaux para la Facultad de Medicina de su ciudad natal, de 1950.
Pero Lhote es casi más conocido y valorado como profesor y por la calidad de sus escritos. Y es que desde 1918 se dedica también a la enseñanza; imparte clases en distintas academias hasta que en 1922 funda su propia escuela, la Académie Montparnasse, que le permitirá influir en la generación de artistas más jóvenes. En los años cincuenta llegó incluso a fundar una delegación sudamericana en Río de Janeiro. Desde el final de la guerra se consagra además a una de las actividades con la que conseguirá mayor repercusión, la teoría del arte. Ejerce la crítica de arte en La Nouvelle Revue Française entre 1918 y 1940 y es un crítico muy respetado tanto por estos textos como por ser el autor de un célebre Tratado del paisaje (1939) que conocerá sucesivas ediciones en distintos idiomas, al que le seguirá un Tratado de la figura (1950).
Los principales museos donde se encuentran sus obras son el Musée d’Art Moderne de la Ville de París, el Musée National d’Art Moderne de París, la Aargauer Kunsthaus, Musée du Petit Palais de Ginebra y Musée des Beaux-Arts de Burdeos.
Burdeos (Francia), 1885 – París (Francia), 1962