Maria Helena Vieira da Silva

La obra de Vieira da Silva es una obsesiva construcción de tramas lineales que describen ámbitos urbanos o habitaciones de larga perspectiva. Son lugares solitarios –pasadizos, bibliotecas, laberintos…– en los que el espectador es invitado a entrar sin que se le dé mucha noticia de lo que ese lugar le depara, pues sobre la estructura del dibujo, las vibraciones luminosas, casi monocromas, hacen que se confunda lo real con lo imaginario.

En los cuadros blancos, como este Pasaje de los espejos, la sensación de pérdida de la realidad se intensifica, así como la vehemencia poética que transmite el frágil mundo representado, a pesar de la geometría latente. La estética de la pintora, como la de algunos otros artistas contemporáneos, trató de fundir las propuestas espacialistas con las de la abstracción lírica, aunque sin abandonar del todo ciertas reminiscencias figurativas.

Vieira da Silva dejó Lisboa en 1928 para instalarse en París, donde desarrolló toda su carrera. Tras unos inicios como escultora, asistió a clases de pintura con Fernand Léger, entre otros. Al declararse la Segunda Guerra Mundial, vivió en Brasil entre 1940 y 1947, donde sus encuentros con el pintor uruguayo Joaquín Torres García fueron fundamentales. Está considerada la cumbre del arte portugués del siglo XX y una de las más importantes artistas de la Escuela de París.

(Fuente: Museo de Bellas Artes de Bilbao)