Considerado como una de las figuras de mayor personalidad del arte europeo contemporáneo, la obra litográfica de Paul Wunderlich destaca por un esteticismo de perfección casi glacial, que parece evitar al espectador toda contaminación dramatizadora.
El paisaje y el retrato realista están en el origen de su trayectoria artística, que después evolucionará hacia un surrealismo de personalísima impronta expresionista, donde la distorsión de las figuras, la metamorfosis de los rostros, los elementos oníricos o la sensualidad y sexualidad exacerbadas en los rostros, los personajes y las atmósferas transgreden todas las convenciones morales. Sostenida en una impecable elegancia formal, la belleza se despoja de toda servidumbre para erigirse en categoría última del artista.
Wunderlich somete al espectador a la pura contemplación del arte: la perfección del dibujo, el magistral uso del color y las mórbidas atmósferas son las vías de acceso que conducen en la obra de Wunderlich al misterio y al placer de la contemplación.
En su sofisticada obra surrealista y neomanierista, de acentuada sensualidad y extrema perfección estética, destaca la presencia del eros, el éxtasis, la decadencia y la muerte. Son composiciones de suprema y fría elegancia formal, cuyos motivos, libres de convenciones morales, revelan en ocasiones una fina ironía.
Formado en la Kunsthochschule de Hamburgo, asumió Wunderlich en 1951 la dirección del taller gráfico de la renombrada institución, donde tenía encomendo estampar la obra gráfica de maestros como Oskar Kokoschka y Emil Nolde.
Tras una prolongada estancia en París y una fructífera etapa de docencia en la Kunsthochschule de Hamburgo, inició Wunderlich su brillante carrera internacional como artista independiente. Casado con la fotógrafa Karin Székessy, vivió a caballo entre Hamburgo y la Provenza francesa, donde falleció en 2010.
(Fuente: circulodelarte.com)
